La joven pacense Berta Domínguez Hurtado, ganadora del premio de la Fundación Primera Fila en los XIII Premios Grada, que se entregaron en 2022, ha denunciado públicamente que no se le permite ejercer como médico interno residente en el Hospital 12 de octubre de Madrid, en la especialidad de Médico de familia, objetando el centro que no es apta para el puesto por tener una lesión medular.
Berta se matriculó en el examen MIR tras concluir la carrera de Medicina en la Universidad de Salamanca, presentando el documento que acreditaba un grado del 89% de discapacidad. Este diagnóstico esra necesario para realizar la prueba, dado que se tenía que adaptar el examen. Por otra parte, defiende que en todo momento se ha conocido su lesión y su discapacidad, además de ser claramente visible.
Tras aprobar el MIR Berta obtuvo la plaza 8.171. Siendo su deseo especializarse en Psiquiatría, no fue suficiente la nota que obtuvo, lo que le llevó a pedir la plaza de medicina familiar y comunitaria, la cual le fue adjudicada, inicialmente sin objeción. Tras ello cursó su alta en el Colegio de Médicos, envió todos los documentos pertinentes y el 17 de mayo acudió a firmar el contrato laboral en el centro de la unidad docente, donde explica que ya se pudo ver que era capaz de coger el bolígrafo y escribir sin problema.
Ese mismo día acudió al reconocimiento médico en el centro de prevención de riesgos laborales, y es cuando se le comunica que no era apta para ejercer como médico de familia porque “no podía hacer lo básico, como explorar a un paciente”. Además, se argumenta que en la residencia de esta especialidad hay formación en diversos campos como técnicas quirúrgicas, o guardias de 24 horas, incompatibles con su discapacidad.
Berta alega que todo lo relacionado con su desempeño laboral podría ser adaptable, pero el propio hospital no se lo planteó en ningún momento. De hecho, nada más llegar al centro para el reconocimiento médico se le comunicó lo que no podía hacer, sin una valoración previa o sin preguntarle directamente a ella; en definitiva, defiende que los profesionales responsables del reconocimiento médico decidieron que no era apta por su apariencia física, ya que su discapacidad es fácilmente visible.
Un día después se le solicitó que aportara un informe de su neurólogo, algo que no le pareció lógico, dado que está sana y no tiene un neurólogo ni un médico al que suela ir normalmente porque no tiene problemas de salud. En Toledo se le realiza un reconocimiento anual para controlar la evaluación de su discapacidad, y ese fue el que aportó al centro médico de prevención de riesgos laborales; un informe que recoge el grado de fuerza que posee por grupos musculares, y que certifica que Berta Domínguez puede afrontar las actividades de la vida diaria, como vestirse, comer, etc.
Dos días después de presentar el informe acudió de nuevo al centro para terminar el examen médico y, basándose en dicho documento, se le confirmó que no era apta para ejercer como médico de familia.
Berta debería haberse incorporado a su residencia MIR el 23 de mayo. Un día antes iba a visitar el centro de salud donde desarrollaría la especialidad, para conocerlo, pero de camino recibió una llamada del propio centro para comunicarle que habían recibido el informe negativo de salud laboral, y que por tanto su contrato quedaba anulado, atendiendo a una clausula que recogía esta posibilidad si el informe de salud laboral no era favorable.
Ante cualquier duda la derivaron al servicio de prevención de riesgos laborales, donde le comunicaron que no habían redactado ningún informe, pero 15 minutos después recibió un correo electrónico del centro de salud que le confirmaba, “tal y como habían hablado por teléfono”, que su contrato quedaba anulado, sin otra explicación. Desde entonces Berta no ha vuelto a saber nada más y nadie se ha puesto en contacto con ella.
Todo el mundo le decía que no perdería la plaza porque la había conseguido mediante una oposición pública. Es más, el mismo día de la incorporación a la especialidad, aunque le habían dicho que se quedara en casa y que no fuera al centro de salud, la jefa de estudios de la unidad docente le recomendó que solicitara una prórroga porque si no lo hacía y no se incorporaba iban a quitarle su plaza.
Para Berta todo esto es un sinsentido, ya que nunca nadie le envió un documento con la recisión del contrato; simplemente le mandaron el correo electrónico escueto, sin explicaciones, y recibió unas cuantas llamadas de teléfono donde nadie le explicó nada; incluso le llegaron a dar de alta en la Seguridad Social con fecha de 23 de mayo, dándole de baja a los pocos días.
Berta manifiesta que no se está haciendo nada de manera oficial, pero le han pedido que haga un cambio excepcional de especialidad. Ante esta posibilidad, envió una lista con el resto de especialidades que eran de su interés, como Radiodiagnóstico o Psiquiatría; sin embargo, la respuesta del Ministerio fue que todas estas especialidades ya estaban completas, y se le ofreció la residencia en Medicina preventiva y salud pública, que no estaba entre sus preferencias.
Berta entiende que no se pueden crear plazas de la nada, pero no le parece justo ya que no es la culpable de esta situación, que todo se ha hecho mal desde el principio y que se debería intentar que pudiese optar a una especialidad en la que, después de todo el esfuerzo que le ha costado, se pudiera sentir realizada.
Berta afirma sentirse cansada de esta situación, pero también explica que no quiere dejar de luchar porque todo el mundo defiende la inclusión y que el sistema sanitario está colapsado, faltando médicos de familia, pero cuando llega una chica como ella, con una discapacidad, a quien le ha costado tanto terminar su formación y aprobar el MIR, por simples prejuicios al ir en una silla de ruedas se le dice que no es apta para el puesto.
En su opinión, se trata de una situación que hay que cambiar de alguna forma, y que la lucha va a ser muy larga y difícil, ya que las leyes para la discapacidad no están bien elaboradas.
¿Por qué Berta podría realizar la especialidad de Medicina preventiva y no la de Medicina familiar? La respuesta es sencilla, porque no hay trato con el paciente. Quienes han examinado a la joven y han decidido que no es apta estiman que no podría examinar, ni diagnosticar, ni estar con un paciente. Pero Berta aegura que cree poder coger un fonendoscopio y un otoscopio; además, todos los médicos se apoyan en otros facultativos normalmente, ya sean enfermeras, celadores… lo cual los convierte en ‘dependientes’ de otras ayudas, no sería solo su caso.
Berta sufrió el accidente que le causó la lesión medular en su último año de carrera, cuando le faltaban algunas prácticas para terminar sus estudios; esto hizo que esas rotaciones no las realizara en Salamanca, sino en Madrid, donde se las pudieron adaptar, dado que en la capital de España era donde se llevaba a cabo su régimen de rehabilitación. Recuerda que durante la carrera realizó sus prácticas en cirugía, ginecología, psiquiatría… sin ningún problema, y si en su momento no encontró ninguna barrera para realizar las prácticas no entiende que ahora las encuentre en su especialidad MIR.
La asesoría jurídica del Colegio de Médicos le está ayudando a través de revisiones del BOE y de artículos relacionados con la discapacidad, los cuales existen pero que insiste en que no están bien regulados. Además, defiende que su situación es completamente discriminatoria y que urge cambiarla, no solo por ella sino por las personas que en el futuro van a recibir el mismo trato.
Además Berta dice sentirse frustrada, porque está luchando por algo que ha ganado de forma justa, sin ocultar en ningún momento su discapacidad, después de años en los que ha tenido que lidiar con la presión de la carrera y la de su accidente. En su opinión, muchas personas ‘venden’ la igualdad, la inclusión, la adaptación de los puestos de trabajo para personas con discapacidad, pero a la hora de la verdad todo resulta ser una mentira: “Todas esas personas se valen de pinceladas en las leyes para darle la vuelta a todo y que la gente como yo acabe como empezó, sin nada”.
Berta anima a la sociedad a que se empiece a valorar a las personas más por lo que hacen y por lo que pueden aportar que por lo que no pueden hacer. Habría que dejar de poner el foco en lo que ‘falta’ y desviarlo hacia lo que son las personas con discapacidad y de lo que son capaces, porque hay veces que, con una simple ayuda, se puede llegar mucho más lejos de lo que todo el mundo piensa.
Su entorno considera ‘un sueño’ que le puedan adaptar su puesto de trabajo, y Berta explica que todos los grandes cambios en la sociedad comenzaron siendo un sueño que después se materializó en realidades. También se considera “muy capacitada” para ser médico, pero el problema es que nadie le ha preguntado qué puede hacer para ser una buena profesional de la Medicina, por lo que hay que empezar a dejar de juzgar por las apariencias, que nunca deberían definir el trabajo ni las capacidades de nadie.