SociedadUn informe de la Fundación La Caixa aborda la soledad de las personas mayores
Foto: Fundación La Caixa. Xavier Menós

El siglo XXI ha sido denominado ‘el siglo de la soledad’. Los cambios sociales han debilitado las redes comunitarias, que buscan el bienestar común, en favor de un individualismo creciente. La industrialización, el movimiento de la población rural hacia las grandes urbes o el aumento de la esperanza de vida propician situaciones de soledad en todas las etapas de la vida, pero especialmente en las personas mayores.

Para dar respuesta a este reto la Fundación La Caixa puso en marcha hace 10 años el programa ‘Siempre acompañados’, pionero tanto en el abordaje de la soledad como en su modelo de intervención, poniendo en el centro a las personas mayores de 60 años como sujetos activos de su propio proceso de envejecimiento.

Las causas más comunes que precipitan la soledad en las personas mayores surgen de cambios vitales significativos, como la jubilación, las pérdidas afectivas o los primeros achaques y problemas de salud. En este sentido, según el director científico del programa, Javier Yanguas, “la importancia de afrontar y saber gestionar estas transiciones propias de la vida es determinante para sobrellevar los sentimientos de soledad que generan”.

Por su parte, la doctora en Pedagogía, trabajadora social y gerontóloga Camino Oslé, miembro del Comité de Bioética de Navarra, señala dos tipos principales de factores que determinan la soledad en la vejez: “Los condicionantes individuales, centrados en la movilidad y la capacidad cognitiva, y los condicionantes colectivos, que dependen de las relaciones sociales”.

La perspectiva de género también es clave para entender la soledad, ya que esta tiene más prevalencia en las mujeres de edad avanzada. “Tenemos mayor esperanza de vida que los hombres y, por tanto, padecemos más las lacras asociadas a la vejez”, añade.

Sobre este aislamiento social y la posibilidad de tejer redes y vínculos personales, la profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid e investigadora del equipo ‘Cuidemos’ Isabel Cabrera opina que el contexto sociocultural actual juega un papel muy importante, dado que la pérdida de las redes vecinales y de los espacios comunitarios se refleja incluso en la estructura de las ciudades: “Apenas hay zonas verdes o espacios urbanos en los que poder sentarse y compartir una conversación”.

Por su parte, el catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo y escritor Marino Pérez señala en su libro ‘El individuo flotante’ que el individualismo creciente de la sociedad de consumo actual tampoco ayuda, ya que favorece que haya menos relaciones personales y de peor calidad: “vivimos en una sociedad de individuos flotantes, sin arraigos, en la que escasean las relaciones significativas y duraderas”.

Por otro lado, las conductas edadistas también influyen en la percepción de la vejez. El edadismo, que se va interiorizando a lo largo de la vida, genera una visión negativa sobre lo que es ser mayor y tiene un impacto significativo en el envejecimiento que puede llegar a afectar a la salud física y psicológica.

Isabel Cabrera también se centra en el rechazo social a las emociones negativas, coincidiendo Marino Pérez al señalar a esa “tiranía de la felicidad” como una ideología: “El término se refiere casi a una obligación de ser feliz, como si el que no lo fuera es porque no quisiera”.

En las personas mayores, un gran ejemplo de esta narrativa de búsqueda incesante de la felicidad se da en la etapa de la jubilación. Socialmente se contempla desde una perspectiva muy hedonista, como un gran evento en el que se puede disfrutar del tiempo libre sin obligaciones. Sin embargo, para muchas personas, esta pérdida de rol en el trabajo y el hecho de dejar de sentirse útiles pueden suponer un gran vacío existencial.

La vejez se sitúa en las antípodas de una sociedad que utiliza la juventud como baremo. Así, el doctor en Filosofía, Teología, Pedagogía e Historia del Arte Francesc Torralba apunta que “el arquetipo de hombre o mujer que se presenta en todos los canales comunicativos es joven, esbelto, sano y, además, rico”. “Y todo lo que no encaja con este arquetipo tratamos de esconderlo en la penumbra”, añade.

Finalmente, el doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Barcelona Joan-Carles Mèlich recuerda que “la palabra soledad no tiene por qué tener un sentido negativo y, cuando lo tiene, quizá no sea soledad sino abandono, que es darse cuenta de que no importas para nada ni para nadie”.

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