El Día de los Derechos Humanos se conmemora cada 10 de diciembre desde que, en 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptara la Declaración Universal de Derechos Humanos; un documento histórico que proclama los derechos inalienables de todas las personas, con independencia de su religión, sexo, idioma, origen nacional o social o cualquier otra condición.
Con tal motivo Manos Unidas recuerda que, abandonados por sus familias por considerarlos malignos, los ‘niños brujos’ de Benín, sufren un verdadero calvario. Maltrato, torturas, explotación sexual, desnutrición e incluso la muerte. Son los repudiados de la sociedad beninesa. Son a quienes se les niegan todos sus derechos.
El director de Franciscanos-Benín, socio local de Manos Unidas, el hermano capuchino Auguste Agounkpé, explica que “un ‘niño brujo’ es aquel cuya madre fallece al nacer; en la cultura de la etnia Bariba este niño no es aceptado porque se piensa que el fallecimiento de la madre es su culpa, y se cree que el niño debe morir porque ha matado a su madre al nacer”.
En esa etnia, el recién nacido debe nacer con la cabeza, primero y la espalda orientada hacia el suelo, después. “Pero si no lo hace, o nace a los ocho meses de embarazo, el niño será considerado de oficio como un niño brujo”, añade. “Antiguamente, había un especialista que se ocupaba de estos casos, el verdugo; recogía al niño para ir a eliminarle, ya que se consideraba que era un demonio que había entrado en la familia para destruirla”, incide.
En 2012 se promulgó el nuevo Código de la Infancia, con artículos que establecen sanciones para los verdugos y otras personas que pongan en peligro la vida de estos niños. En la actualidad, en el seno de las familias, algunos saben que si ponen en riesgo la vida de un niño te detiene la Policía y te puedes enfrentar a una multa o a una pena de prisión.
Sin embargo, la figura del verdugo ha sido sustituida por la de reparadores, que son personas que acogen a los ‘niños brujos’ para, supuestamente, quitarles la brujería del cuerpo antes de devolverles a sus casas. “Pero casi nunca los devuelven porque sus padres ya no los quieren, y se quedan con los reparadores, quienes les tratan como esclavos”, remarca Auguste Agounkpé.
La sensibilización en fundamental. Por eso, explica el religioso, se ayuda a que estos niños se inscriban en la escuela, y se intenta que las mujeres no sigan dando a luz en sus casas.
“La sensibilización genera cambios en la mentalidad de la gente”, coincide Waldo Fernández, del Departamento de Estudios y Documentación de Manos Unidas. “Porque nos duelen esos 246 millones de niñas y niños víctimas del trabajo infantil en el mundo. (Unos 132 millones trabajan en granjas y plantaciones). Más de 40 millones, como empleados domésticos. Cerca de un millón, en minas y canteras. Unos tres millones son explotados sexualmente”, continúa.
“Y nos duelen los 14,2 millones de niñas que son obligadas a casarse cada año contra de su voluntad; y los 300.000 niños y niñas obligados a intervenir en conflictos armados; y los 1,2 millones de menores que cada año son víctimas del tráfico infantil, atrapados por mafias internacionales”. “Nuestra solidaridad con la infancia debe incluir también la denuncia de las situaciones de explotación y la exigencia a nuestros gobiernos y organismos multilaterales para que cumplan su obligación de establecer políticas de protección de los menores”, concluye.
Nacida en 1959, Manos Unidas es la asociación de la Iglesia católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo de los países en vía de desarrollo. Es, a su vez, una oenegé de voluntarios, católica y seglar. Trabaja por una defensa efectiva de los derechos humanos, para que lo escrito en las leyes se refleje en la vida real y que millones de personas puedan disfrutar de esos derechos y vivir en condiciones dignas. En los últimos cinco años ha apoyado 296 proyectos de Derechos Humanos en Asia, África e Iberoamérica, por un importe de 21 millones de euros.